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domingo, 3 de marzo de 2013

Un mundo de estereotipos

Vivimos de acuerdo a unos estereotipos inculcados en nuestra sociedad. Todos nosotros aceptamos como válida la imagen preconcebida- ante una determinada persona, lugar o cosa- ya que es lo que dicta la mayoría.


Estos estereotipos existen porque- a mí parecer- vivimos en una sociedad del mínimo esfuerzo. Es más fácil que nos den todo hecho, incluso lo que vemos y pensamos sobre algo. Parece que nos hayamos en un dominio de la mayoría, donde todo se generaliza y en ningún momento contrastamos aquello que aceptamos como válido.

El principal problema de los estereotipos no es tanto su existencia como la expansión que ha tenido en los últimos años. Han traspasado barreras siendo ahora el mundo de la geografía  un campo importante donde estos prejuicios pueden interponerse.

Hemos creado una “geografía de prejuicios”. Si todos nosotros nos ponemos a pensar en un país, rápidamente nuestro cerebro, de forma inconsciente, procesa una palabra con el que lo relacionamos. Es impresionante ver como la mayoría, si pensamos por ejemplo en Rusia, lo asociamos con vodka, a Alemania con cerveza y a Italia con pizza. Y ocurre lo mismo al contrario, los extranjeros nos tienen como unos aficionados al flamenco y a los toros.

Estas imágenes preconcebidas nos nublan la realidad. Ya no es necesario ir a Alemania para que sepamos que la vida de los alemanes no se resume en beber cerveza. Simplemente con leer un libro sobre este país nos podemos dar cuenta de todo lo que oculta la palabra cerveza: paisajes impresionantes, ciudades con una gran historia cultural y social, monumentos artísticos… Pero nuestro cerebro estereotipado hace que solo nos quedemos con una palabra que lo “resume” todo.
De buena mano sabemos que los detalles son lo que dan la esencia a una idea que nosotros conocemos. Los estereotipos hacen que nos quedemos con lo general y ni siquiera busquemos- porque en muchas ocasiones no sabemos- lo que oculta aquello que hemos aceptado como bueno. Creamos así una sociedad ignorante en la que nuestra capacidad para pensar por nosotros mismos y de usar el lenguaje sin la imagen que lleva incrustada, resulta casi imposible.




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