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jueves, 28 de marzo de 2013

Un discurso que marcó historia

En los últimos meses, una gran polémica gira en torno a la Casa Real de España. Desde el escándalo del Caso Nóos, protagonizado por el esposo de la infanta Cristina, Iñaki Urdangarin, se han abierto varios frentes contra la monarquía española. Uno de ellos es la cuestión de permanencia de la monarquía tras la muerte del Rey Juan Carlos.

¿Monarquía o república?

En la calle, este debate lleva abierto muchos años, pero no ha sido hasta ahora, propiciado por los últimos escándalos de la Corona (el más reciente, Corina), cuando más se está debatiendo la cuestión.

No podemos negar que el rey tuvo un papel fundamental en la Transición española y debemos destacar el momento más relevante que ya es historia de nuestro país: el discurso del 23-F, día del Golpe de Estado de Tejero. Seguramente, dicho discurso es el más importante de la democracia española por los efectos que tuvo en unos momentos tan convulsos y desconcertantes.

Este discurso ( Discurso del Rey el 23-F de 1981 ) marcó la historia de España y por la gran relevancia que le caracteriza vamos a analizarlo. Este análisis se basa en la teoría de los actos del habla, una de las primeras teorías en pragmática de la filología del lenguaje.

En primer lugar, debemos comentar que la intención comunicativa del discurso de Juan Carlos I fue tranquilizar a la opinión pública y hacerles ver que él estaba a favor de la democracia, instaurada hacía apenas cuatro años, y en contra de lo que supusiera cualquier tipo de ataque contra la misma. En este breve, pero contundente discurso, el rey deja claro su absoluto rechazo al golpe militar y a cualquier acto violento que atentara contra los valores de la Constitución.

La confianza y la seguridad con la que transmitió su mensaje hace que sea un discurso totalmente creíble para la población. La manera directa con la que comunicó su postura haciendo pública la orden que cursó al ejército, hacen que las palabras del rey acaben con las dudas de la población sobre el golpe.

Desde este mismo momento, gran parte de la opinión pública le apoyó y aun en estos días, se recuerda ese discurso como el momento más importante de la Transición.

Respecto a los enunciados realizativos, podemos decir que apenas encontramos como tal. Un ejemplo de ellos, podría encontrarse en la primera oración del discurso: “Al dirigirme a todos los españoles, con brevedad y concisión...”. No aparece la forma “Yo” pero si el verbo en primera persona y en presente de indicativo. También, podríamos considerar como enunciado de este tipo la oración: “La Corona, símbolo de la permanencia y unidad de la patria, no puede tolerar en forma alguna...”, pues se podría sustituir “La Corona” por el pronombre personal. Es decir, podemos encontrar un enunciado realizativo encubierto.

En cuanto a los actos de habla, en el discurso encontramos dos ejemplos de actos de enunciado de tipo asertivo: “confirmo que he ordenado a las Autoridades Civiles...” y “les hago saber que...”. También aparece un enunciado ilocutivo directivo: “pido a todos la mayor serenidad y confianza...”. Este último se puede interpretar como una sugerencia, pero en realidad es una orden hacia el pueblo sin que lo parezca.

Por otro lado, no aparece ninguno de tipo compromisivo, y en este caso, tampoco tendría porque haberlo, pues el rey no está involucrado en el golpe y a lo largo de todo su discurso deja clara su posición frente al mismo, y se da por supuesto, que se compromete. La ausencia de actos ilocutivos consultivos también está justificada, ya que tiene que dejar clara su posición ante la ciudadanía y no puedo permitirse mostrar la más mínima debilidad a través de preguntas indirectas.

Por último, podemos analizar el valor perlocutivo del discurso, es decir, el efecto que produce en el receptor en unas determinadas circunstancias. En este caso está claro. Las palabras del rey dieron tranquilidad a los españoles que por fin pudieron irse a dormir tras una larga noche, la “Noche de los transistores”.



Cristina Navarro.

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